Hoy, un nuevo encuentro, aunque fuera el segundo, es el primero en el que estamos solo los de 1º… el grupo es más reducido y eso permite vernos más de cerca, hay una compañera nueva y otra ausente…
Juan Carlos pregunta cómo nos fue en la semana y las repercusiones del primer encuentro, yo por mi parte, me había ido muy relajada y los días siguientes, le conté lo que habíamos hecho a todo el mundo!... también nos pregunta las expectativas que tenemos y nos adelanta un poco de los próximos trabajos y presentaciones, personajes, compañeros, salidas y teatros… un bombardeo de estímulos que quedan flotando en la habitación y van cayendo sobre cada uno de nosotros provocando diferentes respuestas…
Basta de chácharas y caldear el cuerpo, recorro la habitación encontrándome con mi cuerpo duro de estar sentada toda la semana, tenía ganas de estirarme y ventilar las axilas, mover las articulaciones y despegar la columna… rompemos el círculo, formamos el círculo… ahora una dinámica de presentación, estrecharnos las manos y contarnos algo pero no hay que soltarse hasta no encontrar otra mano que tomar… se nota que somos mujeres y hacemos lío, siempre queda alguna suelta medio perdida por ahí, por suerte están Fernando y Vale que nos ayudan… hablamos mucho, pero ¿escuchamos al otro? Juan Carlos nos somete a la prueba, otra vez el círculo y una pelota que empieza a rodar o volar o a golpearnos las caras… hay que lánzasela a alguien reproduciendo algo que nos haya contado… se hace una verdadera ensalada de nombres y experiencias compartidas, perros, gustos y disgustos, familias y estudios…
Nos quedamos en el lugar, cerramos los ojos, pensar en lo que estamos empezando a vivir nos hace despertar los miedos, al abrir los ojos, hay que pensar qué contarle y a quién… no es fácil abrirse sin embargo escuchar que los otros tienen los mismos miedos los hacen parecer insignificantes y de pronto, el miedo gigante que parecía un monstruo y me agarraba por dentro impidiéndome avanzar, se empieza a hacer más chico y yo puedo tomarlo de la mano y llevarlo a pasear por el círculo en el que de repente, todos ellos van saliendo y encontrándose unos con otros, se miran, nos escuchan, juegan entre ellos y al finalizar el ejercicio, se esfuman… algunos se quedan en los rincones de la sala y nos observan de lejos, otros vuelven con quienes los dejaron salir y toman su lugar, no es fácil desprenderse de ellos, pero al menos hoy fueron exorcizados.
La mirada del otro ya no juzga ni amenaza, sino que comprende y acompaña… somos todos iguales, nos sudan las manos ante lo nuevo y se nos acelera el corazón, tratamos de relajarnos al caminar por la sala viendoala desde diferentes ángulos; aunque veo cosas nuevas, me siento como si la conociera de toda la vida… de pronto una silla y luego comienzan las escenas que recien estan brotando, pequeñas semillas, dramática de la imagen… y que imágenes! Me angustió el hecho de que uno de mis miedos se hiciera carne en el esenario, buscaba la mirada, la forma de llamar su atención para empezar a conocernos pero su indiferencia y frialdad me mataban… parecía que no había forma posible… sin embargo, al momento de compartir, confiesa que tenía tanto miedo como yo, mi mirada le resultaba demasiado y necesitaba darnos la espalda…
eso es compartir… dar, para recibir.
Juan Carlos pregunta cómo nos fue en la semana y las repercusiones del primer encuentro, yo por mi parte, me había ido muy relajada y los días siguientes, le conté lo que habíamos hecho a todo el mundo!... también nos pregunta las expectativas que tenemos y nos adelanta un poco de los próximos trabajos y presentaciones, personajes, compañeros, salidas y teatros… un bombardeo de estímulos que quedan flotando en la habitación y van cayendo sobre cada uno de nosotros provocando diferentes respuestas…
Basta de chácharas y caldear el cuerpo, recorro la habitación encontrándome con mi cuerpo duro de estar sentada toda la semana, tenía ganas de estirarme y ventilar las axilas, mover las articulaciones y despegar la columna… rompemos el círculo, formamos el círculo… ahora una dinámica de presentación, estrecharnos las manos y contarnos algo pero no hay que soltarse hasta no encontrar otra mano que tomar… se nota que somos mujeres y hacemos lío, siempre queda alguna suelta medio perdida por ahí, por suerte están Fernando y Vale que nos ayudan… hablamos mucho, pero ¿escuchamos al otro? Juan Carlos nos somete a la prueba, otra vez el círculo y una pelota que empieza a rodar o volar o a golpearnos las caras… hay que lánzasela a alguien reproduciendo algo que nos haya contado… se hace una verdadera ensalada de nombres y experiencias compartidas, perros, gustos y disgustos, familias y estudios…
Nos quedamos en el lugar, cerramos los ojos, pensar en lo que estamos empezando a vivir nos hace despertar los miedos, al abrir los ojos, hay que pensar qué contarle y a quién… no es fácil abrirse sin embargo escuchar que los otros tienen los mismos miedos los hacen parecer insignificantes y de pronto, el miedo gigante que parecía un monstruo y me agarraba por dentro impidiéndome avanzar, se empieza a hacer más chico y yo puedo tomarlo de la mano y llevarlo a pasear por el círculo en el que de repente, todos ellos van saliendo y encontrándose unos con otros, se miran, nos escuchan, juegan entre ellos y al finalizar el ejercicio, se esfuman… algunos se quedan en los rincones de la sala y nos observan de lejos, otros vuelven con quienes los dejaron salir y toman su lugar, no es fácil desprenderse de ellos, pero al menos hoy fueron exorcizados.
La mirada del otro ya no juzga ni amenaza, sino que comprende y acompaña… somos todos iguales, nos sudan las manos ante lo nuevo y se nos acelera el corazón, tratamos de relajarnos al caminar por la sala viendoala desde diferentes ángulos; aunque veo cosas nuevas, me siento como si la conociera de toda la vida… de pronto una silla y luego comienzan las escenas que recien estan brotando, pequeñas semillas, dramática de la imagen… y que imágenes! Me angustió el hecho de que uno de mis miedos se hiciera carne en el esenario, buscaba la mirada, la forma de llamar su atención para empezar a conocernos pero su indiferencia y frialdad me mataban… parecía que no había forma posible… sin embargo, al momento de compartir, confiesa que tenía tanto miedo como yo, mi mirada le resultaba demasiado y necesitaba darnos la espalda…
eso es compartir… dar, para recibir.
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